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Suelen llamarse también marcapáginas, señaladores, puntos de lectura o puntos de libro, solo por mencionar los nombres más comunes.

Generalmente son objetos de un grosor fino, elaborados con papel o cartulina y se usan para marcar el punto exacto en el que detenemos temporalmente la lectura y así, poder regresar fácilmente a ella.

Está necesidad de buscar un mecanismo para marcar la página, se remonta varios siglos atrás, prácticamente desde que se hicieron los primeros libros, ya que concluir todo el texto de corrido, era sumamente complejo.

En un inicio los libros eran de mayor lujo y contaban con una cinta fija en la parte superior, la cual les permitía marcar donde se había interrumpido la lectura. Pero poco a poco han ido desapareciendo, pues eso reduce los costos de fabricación o no pueden incorporar la cinta por el encuadernado y tipo de pasta.

Las primeras noticias que se tienen del uso de separadores es en 1584, cuando Christopher Barker le regaló una biblia a la Reina Isabel, con un marcapáginas de seda.

Años después, la sociedad Británica de la Biblia en 1632, integró marcapáginas con cuerda de seda en las biblias.

Los primeros separadores que no estaban integrados en los libros comenzaron a aparecer a mediados del siglo XIX y posteriormente empezaron a ser coleccionables.

En la actualidad existe una gran variedad de separadores elaborados de distintos materiales como papel, metal, madera, tela, etc. y aunque algunas personas siguen doblando las hojas o introduciendo cualquier objeto que tengan en la mano, para señalar la última parte que se quedaron en la lectura, sin duda el uso del separador es primordial para el lector.

Y tú, ¿cómo indicas dónde te quedaste en la lectura?